Origen: EE. UU. (2011). Dir: Tate Taylor. Guión: Tate Taylor, basado en
la novela de Kathryn Stockett. Prod: Michael Barnathan, Chris Columbus y
Brunson Green. Fotografía: Stephen Goldblatt. Montaje: Hughes Winborne. Música:
Thomas Newman. Escenografía: Rena De Angelo. Diseño de vestuario: Sharen Davis.
Protags: Emma Stone, Viola Davis, Bryce Dallas Howard, Octavia Spencer, Jessica
Chastain, Sissy Spacek, Mike Vogel, Chris Lowell, Allison Janney, Cicely Tyson,
Mary Steenburgen. Duración: 146 minutos. La fotografía siguiente muestra a Bryce
Dallas Howard, Sissy Spacek y Octavia Spencer.
En su segunda incursión cinematográfica, Tate
Taylor adaptó una novela de cierto éxito. La trama está ambientada en el estado
norteamericano de Mississippi a comienzos de los ’60. El trasfondo dramático
descansa en un tema aún difícil de tratar en el cine: el racismo de la sociedad
estadounidense (en particular, la del sudeste, más retrógrada al respecto que
cualquier otra en ese país). La película posee una duración excesiva, pero no
está allí su problemática; la historia está narrada con el suficiente ritmo
como para que el extenso metraje no agobie.
La historia naufraga por otras razones. El
relato de los abusos perpetrados por la clase media blanca sureña hacia las
mucamas negras resulta fallido. Varias cuestiones conducen a ello. Sin caer en
la solemnidad, los terribles problemas raciales que han vilipendiado por años
–aún no totalmente resueltos– a un sector de la sociedad estadounidense
requieren un tratamiento más veraz, menos edulcorado. Como ha ocurrido con
otras películas –“Conduciendo a Miss Daisy”, “Un sueño posible”– esta temática
es tratada con superficialidad e hipocresía, y se asemeja a un lavado de culpas
que intenta realizar la dominante raza blanca del país del norte...
Un guion endeble apela al sentimentalismo
excesivo y a la lágrima fácil, más que a la reflexión. Los personajes,
particularmente la mayoría de las damas blancas-clase media acomodada están
ridículamente estereotipados, pintadas casi grotescamente. Un ejemplo notable
es el de Bryce Dallas Howard, que encarna a la súper mala, con ribetes más
propios de la Cruella de Vil que aterrorizaba a los dálmatas… Entretanto, los
verdaderos responsables de este estado de las cosas –un orden
socio-político-económico que basaba la prosperidad de un determinado sector merced
a la opresión de otros seres humanos– y sus demonios –la violencia cotidiana,
el fascismo imperante en algunos estratos sociales de EE.UU., el Ku Klux Klan,
etc.– aparecen absolutamente desdibujados y no analizados.
Algo común en el cine norteamericano: una
situación totalmente injusta y avergonzante queda en la responsabilidad
individual de los miembros de una sociedad. Pero además, la trama incorpora
otros tópicos que caracterizaron a aquella época y a ese lugar: el sometimiento
de las mujeres a ciertos condicionamientos, el aborto como práctica condenada y
negada, la implacable moralina, etc. Todos ellos alivianados por un tatamiento
demasiado ligero. Por sus ostensibles defectos, resulta excesivo que
"Historias cruzadas" haya sido candidata al Oscar a la mejor película
de 2011.
En una película donde la mayoría de sus
intérpretes son mujeres, destacan Viola Davis, Octavia Spencer y Jessica
Chastain. Entre la gama de intérpretes secundarios brilla, como siempre, Sissy
Spacek, aunque su personaje lleve la estereotipación al extremo (la blanca comprensiva). Emma Stone
cumple adecuadamente con su papel, uno de los principales. Bryce Dallas Howard
–hija del director Ron Howard– en cambio, sobreactúa durante gran parte del
film.