jueves, 12 de enero de 2012

“Poesía para el alma” (“Shi”).

Origen: Corea del Sur (2010). Dir. y guion: Chang-dong Lee. Prod: Jun-dong Lee. Fotografía: Hyun Seok Kim. Montaje: Hyun Kim. Sonido: Seung-cheol Lee. Protags: Jeong-hie Yun, Nae-sang Ahn, Da-wit Lee, Hira Kim, Myong-Sin Park. Duración: 139 minutos. Hablada en coreano, con subtítulos en español.

Hay en este film coreano una protagonista exclusiva: Mi-Ja, una señora mayor (interpretada por Jeong-hie Yun, en una composición impecable). Y tres temas que la desvelan: la participación de su nieto –con quien convive– en una serie de acciones terribles que derivaron en un suicidio, el descubrimiento de que padece mal de Alzheimer y su denodado empeño en escribir poemas (con asistencia a clases de aprendizaje). Esto último justifica el título original y el que se le ha dado en inglés (“Poetry”). Como es costumbre, los distribuidores han preferido emplear aquí uno menos ajustado a lo que la obra desea transmitirnos. De todas maneras, debe agradecerse que “Poesía para el alma” haya accedido al circuito de los cines comerciales en Argentina, convirtiéndose en la primera película de Jun-dong Lee que se estrena por estas tierras.
El profesor de las clases a las que concurre Mi-Ja dice que la poesía es el arte de mirar. También el cine lo es. El director se toma más de dos horas en narrar una película bellamente filmada, pero además, con un vuelo lírico que le permite elevarse por sobre el contexto de dolor y de fatalidad de la historia. El proceso de aprendizaje poético de Mi-Ja consiste, precisamente, en aprender a mirar. Ella se obstina en observar flores, aves, frutos… pero encuentra la belleza e inspiración necesaria en la tragedia de Agnes (la adolescente que se ha suicidado).
Además, y sin estridencias, Chang-dong Lee expone el egoísmo y la hipocresía de la sociedad coreana. Los padres de los chicos involucrados en la serie de vejaciones desean comprar el silencio de la familia de Agnes. Ninguno parece conmoverse por la tragedia y el dolor. Sólo Mi-Ja, a despecho de su progresiva enfermedad degenerativa, es sensible al drama. El mundo de la anciana es duro (un nieto a su cargo que actúa como un autómata, un trabajo de cuidadora de un anciano parapléjico) y se complica con la tragedia y el descubrimiento del mal que la aqueja.
La sensibilidad de Mi-Ja coincide con la sensibilidad del director para contar una historia terrible. Con delicadeza, sencillez y admirable precisión narrativa, Chang-dong Lee conduce adecuadamente la trama y nos entrega una película digna de verse. Amén de la tragedia, del dolor de una vida –la de Mi-Ja– golpeada por hechos crueles y de la deshumanización de una sociedad, el cineasta coreano nos habla del hecho artístico, de sus dificultades inspirativas y de su necesidad de captar adecuada y oiginalmente la esencia de aquello que nos rodea…
    

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