lunes, 9 de enero de 2012

“Quiero matar a mi jefe” (“Horrible bosses”).

Origen: EE.UU. (2011). Dir.: Seth Gordon. Guion: Michael Markowitz, John Francis Daley y Jonathan Goldstein. Prod: Brett Ratner y Jay Stern. Fotografía: David Hennings. Montaje: Peter Teschner. Música: Christopher Lennertz. Protags: Jason Bateman, Charlie Day, Jason Sudeikis, Kevin Spacey, Colin Farrell, Jennifer Aniston, Jamie Foxx, Donal Shuterland, Ioan Gruffud. Duración: 98 minutos. 
Tres amigos (Bateman, Day y Sudeikis) soportan las tropelías de sus respectivos jefes laborales (Spacey, Farrell y Aniston) y toman una decisión extrema. No es raro que los jefes sean difíciles de sobrellevar, pero éstos son execrables. Aún sí, ¿cómo justifica la trama tamaña resolución? Hay una escena clave para ello; otro personaje –desocupado–, se presenta en un bar en donde están los tres protagonistas y se ofrece a masturbarlos a cambio de algún dinero. ¿Un escenario posible para nuestros muchachos? En épocas de crisis económica, cualquier alternativa fuera de lo común –incluyendo al crimen– puede justificar el horror a un futuro de indignidad…
 
Hay allí una crítica social. En esencia, “Quiero matar a mi jefe” es una comedia negra, en el marco de la actual crisis económica. Los malos de la película son seres humanamente horribles –tal cual lo expresa el título original–; contexto en el que destaca la brillante interpretación de Kevin Spacey. Pero las tres víctimas no sólo distan de ser dechados de virtudes, sino que son mostrados como bastante torpes, algo tontos, imprevisibles y con defectos que la historia subraya una y otra vez. Así las cosas, la aventura que encaran está plagada de equívocos e inconvenientes.
La primera parte del film exhibe la maldad y las arbitrariedades del trío de empleadores, en un tono de incorrección política y de sátira a las relaciones de poder. Posteriormente, la historia enfatiza las desventuras y torpezas de los protagonistas. Abundan los gags divertidos, con varias escenas bien resueltas y otras no tanto, pero, en general, la trama funciona bien y entretiene. Como en otras comedias que últimamente ha producido Hollywood, el disparate y los excesos no escasean. Es de destacar una secuencia en donde un GPS parlante se roba el protagonismo.
Dentro de un nivel interpretativo más que aceptable, resalta Charlie Day, quizás el menos conocido en nuestro país de los tres actores principales. Su particular tono de voz, su expresivo rostro y el manejo corporal que despliega permite pensar que estamos frente a un excepcional comediante. Otro aspecto interesante de la película se marca al final, cuando queda claro que es muy poco posible cambiar las reglas de juego laborales. Por lo menos en el seno de la sociedad estadounidense.   

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