jueves, 12 de enero de 2012

“Balada triste de trompeta”.

Origen: España-Francia (2010). Dir. y guion: Álex de la Iglesia. Prod: Yousaf Bokhari, Vérane Frédiani, Gerardo Herrero, Adrian Politowski, Franck Ribière, Gilles Waterkeyn. Dirección artística: Eduardo Hidalgo. Montaje: Alejandro Lázaro. Fotografía: Kiko de la Rica Música: Roque Baños. Sonido: Carlos Schmukler. Vestuario: Paco Delgado. Protags: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Manuel Tallafé, Gracia Olayo, Enrique Villén, José Manuel Cervino, Terele Pávez, Fernando Guillén Cuervo, Sancho Gracia, Fofito, Fran Perea. Duración: 105 minutos.

Última obra de la interesante filmografía de Álex de la Iglesia, se estrenó en Rosario en la segunda mitad de 2011… y sólo permaneció una semana en cartelera. Una pena, pues si bien es un film con algunos puntos criticables, significa una elogiable mejoría del director español, respecto de su anterior y totalmente fallido título (“Los crímenes de Oxford”; 2008). Película bizarra, si las hay, “Balada…” despliega, en poco más de 100 minutos, un ritmo vertiginoso, con mucha violencia, personajes y situaciones grotescas, una ímproba historia de amor y un contexto histórico, que salta desde la Guerra Civil española (1937) hasta 1973, con Franco aún en el gobierno.


La trama se desarrolla en un ambiente circense. Bien podría llamarse “Los payasos sanguinarios”, habidas cuentas que tres de estos clásicos personajes del circo protagonizan una serie de acciones terribles, con sangre y crímenes incluidos. Los clowns de “Balada…” no hacen reír al espectador. Dos de ellos –padre e hijo–, cargan con sendas historias trágicas, y el tercero, increíblemente violento aclara en cierto momento que de no ser payaso, sería un asesino. Así las cosas, no hay lugar sino para el disparate, pero en el marco de una trama amarga, maldita, desmadrada y con el estigma de la venganza como móvil de muchas acciones.
A favor de la gestión de de la Iglesia, debe reconocerse su arriesgada actitud de llevar a la pantalla una historia nada convencional y provocativa. Sus desbordes han sido filmados con singular maestría, mediante una fotografía impecable y movimientos de cámara que logran transmitir eficazmente el clímax buscado. Las matanzas, las situaciones de violencia, los rostros desfigurados, la degradación humana… son mostrados a través de imágenes que mixturan lo gore con el barroquismo, pero que no espantan. Más bien atrapan al espectador, quizás por algo que yace detrás del intenso despliegue visual: el lirismo de estas imágenes. Su poesía. La puesta en escena es soberbia.
Pero el trasfondo de historia y crónica social que una y otra vez aparecen en el film, nos permite pensar que Álex de la Iglesia pecó por presuntuoso. La serie de referencias al contexto español durante parte del siglo XX –algunas incorporadas a la trama, otras mostradas en imágenes de archivo– quizás sea excesiva (Guerra Civil, Francisco Franco, la construcción del Valle de los Caídos, la música popular y la TV española durante los ’60 y ’70, Gaby, Fofó y Miliki, la voladura del auto de Luis Carrero Blanco por un atentado de ETA). Incluso el drama de los dos payasos luchando por el amor de una mujer parece recrear metafóricamente la división histórica de España. Lo que es excesivo y queda como una ambiciosa alegoría… fallida. El punto más cuestionable de ese apabullante intento de trascendencia está en el hecho de filmar la escena final en la cruz del Valle de los Caídos, aunque también veamos allí un guiño a Alfred Hitchcock (“Intriga internacional; 1959). Todo ello desmerece, pero no ahoga las virtudes de la película. El gran manejo de la cámara de este director queda manifiesto como pocas veces y su talento visual deslumbra. “Balada triste de trompeta” merece ser vista.   

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