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“La última película” (“The Last Picture Show”)

sábado, 7 de enero de 2012

Wong Kar-wai (17 de julio de 1958; Shanghai, China)

A los cinco años emigró con su familia a Hong Kong. Se graduó como diseñador gráfico y trabajó en la televisión y en el cine como guionista y productor. En 1988 dirigió su primer film: “As tears go by”, que tuvo un gran impacto en el Festival de Cannes. A partir de entonces Wong Kar-wai ha desarrollado una filmografía personal, por momentos notable, que lo han erigido en uno de los cineastas más interesantes del panorama actual.


Dentro de una cinematografía como la hongkonesa, fundamentalmente dedicada al género de acción, Wong Kar-wai ha asombrado por su gran sensibilidad y delicadeza. Las temáticas de sus películas han sido variadas, pero en todas ellas es evidente el manejo poético de las imágenes, los amores desgarrados, la memoria y las relaciones entre el pasado y el presente como aspectos esenciales de la narrativa y la forma particular de encuadrar los espacios (particularmente, los cerrados).
Otro aspecto destacado en la estética de Wong Kar-wai es su tendencia a filmar sin guiones ya escritos antes de iniciar las películas. Generalmente durante la filmación va introduciendo modificaciones y giros a una idea primigenia. Esto genera una gran tensión entre sus actores y les obliga a realizar grandes esfuerzos. Sin embargo, mediante esta particularidad ha extraído grandes interpretaciones. Al respecto, conviene resaltar que varias figuras han actuado reiteradamente en los filmes de este cineasta. Entre los mismos destacan dos notables intérpretes: Tony Leung y Maggie Cheung.
Dentro de una filmografía exigua, Wong Kar-wai es autor de varias películas brillantes: “El expreso de Chungking” (1994), “Ángeles caídos” (1995), “Felices juntos” (1997), “Con ánimo de amar” (2000), “2046” (2004) y “Cenizas del tiempo” (2008). “Con ánimo de amar” es una obra maestra. “Felices juntos” (“Happy together”) fue en gran parte filmada en Argentina, la historia está basada en el relato “The Buenos Aires affair”, de Manuel Puig, y la banda musical incluye tangos de Astor Piazzolla. “Cenizas del tiempo” es una versión redux de su película homónima, de 1994. Probablemente su film más fallido ha sido “My blueberry nights” (2007), rodada en lengua inglesa y con actores occidentales.
Wong Kar-wai ganó el premio al mejor director en el Festival de Cannes 1997 por “Felices juntos” y el César al mejor film extranjero en 2001 por “Con ánimo de amar”, además de varios otros galardones internacionales. En 2006 presidió el jurado del Festival de Cannes. Algunos críticos de diversas nacionalidades le han considerado como el director oriental más cercano al cine europeo. El mismo Wong Kar-wai ha reconocido su admiración por Michelangelo Antonioni y Jean-Luc Godard, pero lo cierto es que su filmografía posee trazos evidentes de originalidad y brillantez.   

“Copia certificada” (“Copie conforme”)

Origen: Francia-Italia-Bélgica (2010). Dir y guion: Abbas Kiarostami. Prod: Marin Karmitz. Fotografía: Luca Bigazzi. Montaje: Bahman Kiarostami. Protags: Juliette Binoche, William Shimell, Jean-Claude Carrière, Angelo Barbagallo. Duración: 106 minutos.


Última película de Abbas Kiarostami, “Copia certificada” no fue filmada en Irán, sino en Italia y con un elenco europeo. Lejos de los personajes y de los paisajes polvorientos de su país, el gran director continúa, sin embargo, siendo fiel así mismo. Cierto es que hay más diálogo y que la protagonista femenina (Juliette Binoche) adquiere un rol bastante más significativo que en sus anteriores filmes. Pero la universalidad de la historia y la incorporación del paisaje –rural y urbano– a la trama, marcas indelebles del cine de Kiarostami, también están aquí presentes.
La escena inicial es admirable. Un primer plano minimalista, con una mesa, sillas, micrófonos y un libro. Un hombre avanza desde el lugar del público e inicia la presentación de alguien que va a disertar: un escritor inglés. Éste (interpretado por el cantante lírico William Shimell, en su primera actuación en cine) expone una serie de ideas sobre el tema de su libro (las copias y los originales en el arte). Entre el público está la Binoche, quien parece interesada por la disertación, pero al mismo tiempo se entretiene en una comunicación con su hijo mediante señas y, finalmente, abandona la sala.
Una anécdota así de sencilla y cotidiana inicia la relación entre ambos. Ella lo lleva en auto hacia un pequeño pueblo situado en la Toscana. Conversan sobre la tesis controvertida desarrollada en el libro: en arte no existen diferencias de calidad entre el original y su copia. Él, más intelectual y arrogante, se dedica a rebatir todo lo que ella dice. Ya en el pueblo, la historia da un giro: desde la amabilidad y el trato cuidadoso entre dos personas que acaban de conocerse se pasa a una serie de conflictos y reproches. Hay una ruptura dramática muy bien planteada, pero además, de identidad. Paulatinamente, la relación entre ambos aparece trastocada. Se llega a un momento en donde ya no se sabe si ambos personajes se han puesto a jugar a que son un matrimonio, o si la comedia se dio al inicio, jugando ahora los dos a desconocerse…
Tal disgresión es apasionante y no debería agobiar al espectador. Lo esencial es el juego de encuentros y desencuentros entre los dos personajes protagónicos, el cuestionamiento de la separación entre realidad y ficción y la reflexión sobre la volatilidad de las relaciones humanas y sobre el valor real del arte en la sociedad. Nuevamente comprobamos que el de Kiarostami es un cine intelectual, pero no a partir de una acumulación de frases “profundas” o de diálogos demasiado literarios, sino como noble elemento que nace de la narrativa fílmica. Por supuesto, no escasean aquí los planos de gran belleza, a la vez que sugestivos y poéticos.
Muy probablemente “Copia certificada” no alcance el nivel de perfección de “Detrás de los olivos” –absoluta obra maestra del cineasta iraní–, pero es una gran película, una obra que se eleva notablemente por sobre la medianía de los últimos estrenos. La actuación de Juliette Binoche es formidable. En una lograda escena, un espejo devuelve el bello y expresivo rostro de la actriz, quien, sin palabras, y con el simple acto de pintarse los labios y probarse unos pendientes, refleja impecablemente su agitado mundo interior y el deseo de seducir y ser amada. Por esta caracterización Juliette ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2010.    

Barbara Stanwyck (16 de julio de 1907; Brooklyn, Nueva York; EE.UU.)

Auténtica leyenda de la época de oro de Hollywood, debuto como actriz cinematográfica en 1927. En pocos años se afirmó como una gran estrella, aunque fueron los ’40, los años en donde se afirmó como una notable intérprete, fundamentalmente en papeles dramáticos. Su filmografía se extendió hasta la década del 60, época en la que también protagonizó importantes series televisivas.

 
Su nombre real fue Ruby Stevens. Vino al mundo en el seno de una familia modesta. Su primer contacto con el espectáculo fue como corista. Con el film “Ladies of Leisure” (Frank Capra; 1930) fue lanzada al estrellato. Capra la dirigió en cinco oportunidades. Otros destacados cineastas que cimentaron la carrera de la Stanwyck fueron William A. Wellman, John Ford, Howard Hawks, Preston Sturges, Billy Wilder, Samuel Fuller, Fritz Lang y Douglas Sirk.
Actuó en más de 80 películas. Entre las más recordadas: “Stella Dallas” (King Vidor; 1937), “Union Pacific” (Cecil B. DeMille; 1939), “Las tres noches de Eva” (1941), “Juan Nadie” (Frank Capra; 1941), “Bola de fuego” (Howard Hawks; 1941), “Pacto de sangre” (Billy Wilder; 1944), “El extraño amor de Martha Ivers” (Lewis Milestone; 1946), “Perdón, número equivocado” (Anatole Litvak; 1948) y “Tempestad de pasiones” (Fritz Lang). En los ’60 protagonizó en televisión “El show de Barbara Stanwyck” y “Valle de pasiones”. Dos décadas después, también en la televisión, intervino en la miniserie “El pájaro canta hasta morir” y en “Dinastía” y “Los Colby”.
Lejos de ser una mujer bella, Barbara Stanwyck alcanzó un gran nivel estelar, como pocas intérpretes lo hicieron. Ello debido a su empeño, carisma y peculiar talento, que le permitió brillar en variados personajes. Fue una eficaz heroína de melodramas, pero también destacó en la comedia, en el western y como mujer fatal en algunos policiales negros. Fue nominada cuatro veces para el Oscar a la mejor actriz, sin obtenerlo. En 1982 se le concedió un Oscar honorífico por toda su carrera. Por sus actuaciones televisivas obtuvo dos premios Emmys en los ´60 y un Globo de Oro en 1982 por “El pájaro canta hasta morir”.
Se casó en dos oportunidades, con los actores Frank Fay (1928-1936) y Robert Taylor (1938-1951). En los filmes que protagonizó tuvo como compañeros a importantes actores, como Clark Gable, Melvyn Douglas, Robert Taylor, Henry Fonda, William Holden, Fred MacMurray, Gary Cooper, Ray Milland, Humphrey Bogart, Errol Flynn, Burt Lancaster, Glenn Ford y Edward G. Robinson. Víctima de un problema cardiológico, falleció en su residencia de Santa Mónica, California (EE.UU.), el 20 de enero de 1990.   
 

¿Diferente de quién?” (Diverso da chi?)

Origen: Italia (2009). Dir: Umberto Riccioni Carteni. Guion: Fabio Bonifacci. Prod: Marco Chimenz. Fotografía: Marcello Montarsi. Montaje: Consuelo Catucci. Música: Massimo Nunzi. Protags: Luca Argentero, Claudia Gerini, Filippo Nigro, Antonio Catania y Francesco Pannofino. 
Es de celebrar que en la Italia actual, donde su primer ministro exhibe un conservadurismo retrógrado y absolutamente hipócrita, se planteen temas como el de "Diverso da chi?". Concretamente, el de la homosexualidad asumida, que en esta película es tratada en un contexto de política partidaria, de elecciones y candidaturas. El tono es de comedia, lo cual en principio, luce como promisorio para un film con tal temática. Este género suele aportar una cuota de desenfado, que a menudo permite elevarse sobre ciertos tratamientos pretenciosos y rígidos de los temas controvertidos.

“¿Diferente de quién?” se inicia como una comedia de enredos, con un desarrollo vertiginoso de la historia hasta arribar al planteo del conflicto. Esta primera parte no es demasiado brillante, por cierto, pues el desarrollo de la trama resulta escasamente innovador y la rapidez de las situaciones no logra ocultar la escasa gracia que provocan enredos, idas y vueltas y diálogos poco chispeantes. La ironía, la crítica a los valores tradicionales que defienden algunos personajes y la discriminación a la comunidad gay quedan debilitados por un tratamiento convencional. 
Pero lo que viene es peor. De un plumazo, el tono cambia al de comedia romántica. Los leves destellos de agudeza y ciertos gags –no muy logrados, insisto– que asomaban al principio prácticamente desaparecen. La acción se centra en el conflicto que se plantea entre los tres personajes principales. Pero ese conflicto resulta poco creíble, narrado en la forma más trillada que se pueda esperar, amén del esfuerzo interpretativo que realizan los actores.
Así, el espectador siente que se le ha escamoteado una historia que podría haber sido mucho más interesante. En definitiva, quedan en evidencia un guion poco inspirado y un manejo endeble de las situaciones. Lo que apuntaba como una propuesta trasgresora no lo es tal. Pues, para colmo, se respira una cierta ambigüedad política que debilita más el tratamiento del tema.  

viernes, 6 de enero de 2012

Ingmar Bergman (14 de julio de 1918; Uppsala, Suecia)

Ha sido uno de los realizadores más prestigiosos y estudiados del cine de posguerra. Hijo de un pastor luterano y de una madre dominante, se crió dentro de una familia muy estricta. Con menos de 20 años se instaló en Estocolmo para cursar estudios universitarios de literatura e historia del arte. Dirigió el teatro universitario y luego fue ayudante de dirección del Gran Teatro Dramático de Estocolmo. En 1943 fue contratado como guionista por la productora cinematográfica Svensk Filmindustri. Trabajó en tal carácter para cineastas como Alf Sjöberg y Gustaf Molander. Debutó como realizador con “Kris” (1945).

A partir de allí desarrolló una filmografía prolífica, que al principio no tuvo mucho eco fuera de Suecia, hasta que adquirió fama internacional con la excelente acogida que tuvo “Sonrisas de una noche de verano” (1955) en el festival de Cannes. Paulatinamente se convirtió en uno de los directores más valorados por la crítica. Ello permitió que se distribuyera por el resto del mundo su obra anterior a ese éxito, aunque con gran desorden cronológico. La importancia de Bergman como cineasta se consolidó a lo largo de los ’60, alcanzando en la década siguiente pleno reconocimiento internacional.

En 1976, un escándalo fiscal llevó a Bergman a autoexiliarse en Munich (Alemania). Permaneció ocho años fuera de Suecia. A partir de los ’80 su filmografía se hizo más escasa, pero permaneció en plena actividad, trabajando para la televisión, continuando su tarea de guionista para otros directores (su hijo Daniel, Bille August y Liv Ullman) y publicando sus memorias en dos volúmenes: “Linterna mágica” (1988) e “Imágenes” (1990). En 2003, con 84 años, realizó su última película. Dirigió en total 46 largometrajes.



Ingmar Bergman siempre reconoció haber sido influenciado por el también cineasta Victor Sjöström, particularmente en la herencia formal del expresionismo. Escribió el guion de casi todas las películas que filmó. Su obra se caracteriza por un excelente aprovechamiento de las posibilidades del blanco y negro en primera instancia, y luego del color. Allí adquiere importancia su habitual colaborador Sven Nykvist, un notable director de fotografía. La narrativa bergmaniana es generalmente lenta, con puntos muertos. Dos temas han sido esenciales en su filmografía: cuestiones existenciales como la muerte, Dios y el sentido de la vida, por un lado, y la incomunicación en el seno de la pareja, por otro. Se trata de un cine intelectual, en ocasiones con fuertes connotaciones psicológicas.

Entre sus filmes más importantes figuran: “Un verano con Mónica” (1953), “El séptimo sello” (1956), “Fresas salvajes” (1957), “La fuente de la doncella” (1959), “Persona” (1966), “La hora del lobo” (1968), “Vergüenza” (1968), “Pasión” (1969), “Gritos y susurros” (1972), “Escenas de la vida conyugal” (1974), “Cara a cara” (1976), “Sonata otoñal” (1978), “Fanny y Alexander” (1982) y “Saraband” (2003). Tres de sus películas (“La fuente de la doncella”, “Como en un espejo” y “Fanny y Alexander”) ganaron el Oscar a la mejor película en habla no inglesa, con varias nominaciones más (película, dirección o guion). Además, en 1970 recibió un Oscar honorario por el conjunto de su obra. También obtuvo galardones en los festivales de Cannes y de Berlín, y en los Golden Globes.



Bergman fue un gran director de actores. Muchos de ellos trabajaron repetidas veces con este cineasta; tal es el caso de: Gunnar Björnstrand, Eva Dahlbeck, Harriet Andersson, Max von Sydow, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Liv Ullmann y Erland Josephson. Algunos (von Sydow, Bibi Andersson, Thulin, Ullmann) desarrollaron carreras internacionales. Asimismo, el cine de este director gozó de la admiración de numerosos cineastas, con reconocidas influencias sobre Andrei Tarkovsky, Paul Schrader y Woody Allen. “Interiores” (Woody Allen; 1978) es un evidente homenaje al universo bergmaniano.

Se casó Ingmar Bergman en cinco oportunidades y, además, mantuvo relaciones sentimentales con las actrices Harriet Andersson, Bibi Andersson y Liv Ullmann. Tuvo nueve hijos, entre ellos Daniel Bergman (también director de cine) y Linn Ullmann (actriz y escritora, hija de Liv Ullmann). Falleció en la isla de Fårö (Suecia), el 30 de julio de 2007.    

“Larry Crowne”. Origen: EE.UU. (2011)

Dir: Tom Hanks. Guion: Tom Hanks y Nia Vardalos. Prod: Tom Hanks y Gary Goetzman. Fotografía: Philippe Rousselot. Montaje: Alan Cody. Música: James Newton Howard. Protags: Tom Hanks, Julia Roberts, Cedric the Entertainer, Bryan Cranston, Pam Grier, Rami Malek, Rita Wilson, George Takei, Taraji P. Henson, Gugu Mbatha-Raw. Duración: 98 minutos. 

Esta película –la segunda que dirige Tom Hanks–, ha sido despiadadamente atacada por una parte considerable de la crítica especializada mundial. Es cierto que el comienzo impresiona como una propuesta que parece indagar en la inseguridad laboral actual que rodea al trabajador norteamericano, para luego cambiar hacia un planteo diferente. Uno cree que, presentado el núcleo dramático, se optará por el análisis de la realidad sociopolítica estadounidense. No es así, la historia es desarrollada en torno a su héroe –el del título, interpretado por Hanks–, un individuo que lucha para escapar de la adversidad, con buenas intenciones y nobles armas, despojando prácticamente a la trama de toda crítica al sistema.
“Larry Crowne” es una comedia romántica en la que pueden apuntarse varios defectos. Principalmente, la mirada ingenua y dulzona que rezuma el film es demasiado simplista y también cuestionable. La elección de Hanks por mostrar un personaje que intenta refundar su vida dentro del sistema, con optimismo y exclusivamente desde la superación individual, no hace justicia a la complejidad actual de la crisis que soporta la sociedad norteamericana y el mundo capitalista en general.
Sin embargo, debe reconocerse que la película está narrada con un buen ritmo que se sostiene hasta el final, con simpatía y situaciones generalmente bien resueltas. Evita el cinismo y trata las relaciones humanas con cierta delicadeza. Julia Roberts funciona adecuadamente como Mercedes Tainot, la profesora desencantada, nihilista y algo holgazana. El film se toma todo su tiempo antes de desembocar en el enamoramiento de la Tainot y su cambio de actitud. Además, el romance Larry-Mercedes es mostrado con extrema mesura. Todo ello no puede pensarse como una anomalía, sino que coincide con el tono sobrio que ha elegido Hanks para la narración.
 
Tampoco coincido con cierta generalización acerca de una actuación desganada de Tom Hanks. Su registro es preciso, sin muecas ni exceso de histrionismo. En una amplia galería de personajes secundarios algunos lucen demasiado estereotipados, como el que encarna Wilmer Valderrama (en la piel del líder de los de motoqueros). Pam Grier, quien brillara en “Jackie Brown” (Quentin Tarantino; 1997) es desaprovechada en un papel de poca trascendencia. Hay que destacar, en cambio, al personaje del profesor de Economía, eficientemente interpretado por George Takei. En síntesis, “Larry Crowne” no es una gran película, pero vale la pena que sea vista, por el correcto fluir de la historia, que no aburre en ningún momento, y por su estilo narrativo, que remite al buen cine clásico norteamericano.   

“La última película” (“The Last Picture Show”)

Origen: EE.UU. (1971). Dir: Peter Bogdanovich. Guion: Larry McMurtry y Peter Bogdanovich, basado en la novella homónima de Larry McMurtry. Prod: Stephen J. Friedman. Fotog: Robert Surtees. Montaje: Donn Cambern. Música: Phil Harris, Johnny Standley, Hank Thompson. Protags: Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Ben Johnson, Cloris Leachman, Ellen Burstyn, Eileen Brennan, Clu Gulager, Randy Quaid. Duración: 118 minutos.
 
Principios de los ’50. Anarene, pequeña localidad texana polvorienta y sin atractivos. Sus entretenimientos son escasos: alguna fiesta ocasional, un cine, un bar, un billar –vedado a las mujeres–, la televisión y poco más… La gente transita su diario vivir en el tedio y la mediocridad, signada por el conservadurismo social y la hipocresía. En ese contexto, Peter Bodganovih cuenta una historia, con especial protagonismo de tres jóvenes. Aunque también pone la atención en varios personajes adultos.
Con admirable maestría y un sesgo melancólico, el director exhibe un universo de desencanto, que mal rinde pleitesía al sueño americano y que marca un agudo análisis de los comportamientos humanos, sin final feliz ni el típico glamour de tantas cintas de Hollywood. Además, en eficaz blanco y negro, para resaltar el carácter sombrío de la vida cotidiana y la falta de atractivos de Anarene y su entorno. Tanto pobres como ricos son gentes olvidables, existencias monótonas que demuestran no tener sueños y que parecen buscar en el sexo una salida, ya sea para encontrar el cariño y la atención que le es negada (Ruth Popper), la aventura que sacude la modorra diaria (Lois Farrow, Abilene) o el corolario de la adolescencia (Sonny, Duane, Jacy, Lester).
Sonny (Timothy Bottoms) es el personaje eje de la narración. Su mirada melancólica deambula por toda la película, viviendo el tedio y la sensación de soledad que le impone el medio, pero además viendo esfumarse su mundo. Muere el personaje del pueblo a quien considera un referente (el viejo Sam). Jacy (Cybill Shepherd), la adolescente caprichosa a quien ama, lo manipula, para luego abandonar Anarene. Pelea con su inseparable amigo Sonny (Jeff Bridges) por Jacy, para “perderlo” hacia el final del film, cuando Sonny marcha a la guerra de Corea. Muere en forma trágica Billy (Sam Bottoms), el chico retrasado que siempre le acompaña. Y cuando intenta regresar al cariño y protección de Ruth (Cloris Leachman), la mujer adulta con quien ha tenido relaciones, encuentra el desencanto y el resentimiento de ésta.
Y además, cierra el cine. La única sala cinematográfica del pueblo, regenteada por Sam (Ben Jonson). Precisamente, después de su muerte exhibe la última película: “Río rojo”, de Howard Hawks. En la ocasión concurren Sonny y Duanne, casi una despedida entre ellos, pues inmediatamente Duanne se dirige a Corea. Una despedida de la adolescencia, pero también una metáfora de la caída del mundo de Sonny. Y más allá, la definitiva partida de una era. En algunas escenas se ve la televisión, cuya difusión quitó espectadores al viejo cine. La gente pasa más tiempo en sus casas. Y las tristes calles de Anarene quedan aún más vacías…
  
Bogdanovich –cuando rodó “La última película” sólo contaba con 31 años– alterna escenas de interiores con otras en espacios abiertos, estas últimas filmadas con gran angular para destacar el entorno desolador. La película avanza marcando una densidad creciente de la tensión dramática. Es una obra maestra del desencanto, del pesimismo enquistado en una comunidad y de un universo que desvanece. Una película que rinde homenaje al cine clásico, aunque narrada con desapasionamiento y cierta morosidad, características no demasiado frecuentes en los filmes norteamericanos de su época.
“La última película” fue candidata a ocho Oscars. Ganó dos, en las categorías de mejores actores de reparto, por las magistrales interpretaciones de Ben Jonson y Cloris Leachman. Destacan también las actuaciones de Ellen Burstyn, Jeff Bridges y Timothy Bottoms. Dio fama internacional a Peter Bogdanovich y se convirtió en un film de culto. Claramente una de las mayores obras cinematográficas de los ‘70.
     

Harrison Ford (13 de julio de 1942; Chicago, EE.UU.)

Casi todas las biografías que se le han dedicado destacan que es el actor con mayores ingresos de taquilla de toda la historia del cine. Es que, próximo a los 70 años, ha gozado de un status estelar de primacía en Hollywood. Con más de 40 años en la pantalla, logró cimentar una carrera sólida, con trabajos en películas que han sido grandes éxitos de público y en donde impuso su gran carisma, dando vida a recordados personajes.
 
Y sin embargo, el ascenso de Ford a la condición de estrella internacional fue un proceso lento. Mientras cursaba estudios universitarios de Letras, se interesó por la interpretación. Trabajó en un grupo de teatro y en 1964 se trasladó a Hollywood. Desde 1966 en el cine, durante algunos años desempeñó pequeños papeles –generalmente no acreditados– en un puñado de filmes, a la vez que intervino ocasionalmente en diversas series televisivas (“El virginiano”, “El FBI en acción”, “Kung Fu”, etc.) y trabajó como carpintero para ganarse la vida. En 1973 conoció a George Lucas, quien le dio un personaje en su película “American Graffiti” (1973). Siempre en roles de corta duración, también trabajó a las órdenes de Francis Ford Coppola, en dos grandes películas: “La conversación” (1974) y “Apocalipsis now” (1979).


Pero antes de “Apocalipsis now”, Harrison Ford desempeñó uno de los personajes esenciales de su carrera, el de Han Solo en “La guerra de las galaxias” (George Lucas; 1977). Esta película tuvo un inmenso éxito, lo que posibilitó dos secuelas a comienzos de los ’80: “El Imperio contraataca” (1980) y “El retorno del Jedi” (1983), ambas también dirigidas por George Lucas y con Ford reiterando su caracterización de Solo. Otro personaje fundamental fue, sin duda, el de Indiana Jones, que desempeñó en “Los cazadores del arca perdida” (1981), “Indiana Jones y el templo de la perdición” (1984), “Indiana Jones y la última cruzada” (1989) e “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” (2008), todas de Steven Spielberg.
Además, Ford protagonizó otras importantes películas, como “El rabino y el pistolero” (Robert Aldrich; 1979), “Blade Runner” (Ridley Scott; 1982), “Testigo en peligro” (Peter Weir; 1985), “La costa Mosquito” (Peter Weir; 1986), “Búsqueda frenética” (Roman Polanski; 1988), “El fugitivo” (Andrew Davis; 1993) y “Revelaciones” (Robert Zemeckis; 2000). Como toda estrella también ha intervenido en filmes fallidos. Esto último ha sido particularmente marcado durante los ‘2000. Sin embargo, continúa estando vigente. Recientemente ha actuado en “Cowboys y Aliens” (Jon Favreau; 2011), pronta a estrenarse en Argentina.
 
Solo en una oportunidad ha sido nominado al Oscar, por su caracterización del inspector de policía John Book en “Testigo en peligro”. A su vez, ha obtenido varias candidaturas al Globo de Oro. Justamente, en la gala de los Globos de Oro de 2002 se le concedió el premio Cecil B. DeMille en reconocimiento a su trayectoria. Recientemente acaba de ser homenajeado en el Festival de Cine de Locarno 2011, recibiendo el Leopardo de Oro, también por su trayectoria cinematográfica.
Harrison Ford es un buen actor, que evolucionó desde las exactas caracterizaciones de los aventureros, simpáticos y algo cínicos Han Solo e Indiana Jones, hasta composiciones más complejas y dramáticas. No posee un registro histriónico muy amplio, es cierto, pero puede afirnarse que nunca ha desentonado, con su sobriedad, elegancia y adecuado tono interpretativo. Quizás sus mejores actuaciones correspondan a las citadas “Testigo en peligro”, “La costa Mosquito” y “El fugitivo”. Pero, por sobre todo, es una mundialmente reconocida presencia cinematográfica, que ha sabido conmover a los espectadores.    

domingo, 14 de agosto de 2011

“Super 8” (2 críticas)

 Origen: EE.UU. (2011). Dir: J.J. Abrams. Guion: J.J. Abrams y Steven Spielberg. Fotografía: Larry Fong. Montaje: Maryann Brandon y Mary Jo Markey. Música: Michael Giacchino. Prod: J.J. Abrams, Bryan Buró y Steven Spielberg. Efectos especiales: Steve Riley. Protags: Kyle Chandler, Elle Fanning, Joel Courtney, Riley Griffiths, Ron Eldard, David Gallagher, Noah Emmerich. Duración: 112 minutos. 
La trama transcurre en un pueblo de Ohio, EE.UU., allá por 1979. Un grupo de seis niños intenta filmar una película de zombies. Una noche de filmación presencian el descarrilamiento de un tren, hecho que queda registrado en la cámara Super 8 que utilizan. Esta anécdota es el disparador de un film de ciencia ficción. El director, J.J. Abrams, realizador de “Misión imposible III” (2006) y de la serie televisiva “Lost”, parece querer homenajear al cine de Steven Spielberg de los ´70 y los ’80. Hay escenas espectaculares, con buenos efectos visuales y sonoros. La historia amaga ser interesante…
Lástima que, a medida que la película avanza, se acumulan demasiados aspectos que desmejoran su calidad. El guion impresiona como algo confuso (no debería serlo; está narrando una historia lineal). La trama dramática luce como demasiado pequeña para despertar interés. Las secuencias con el monstruo en vivo y en directo –segunda mitad del metraje– son francamente decepcionantes. Es que la criatura es decepcionante por mérito propio. No asusta, ni resulta atractiva, ni nada… Para peor, la historia cae en la sensiblería más cursi, con un final espectacular, pero empalagoso y tonto.
Eso sí, lo mejor viene después… ¿Después del final? Sí, mientras pasan los títulos de crédito, se muestran escenas que recuperan lo mejor de este film: la filmación de la película de zombies. Impensadamente para quien esto escribe, esta obra ha sido aclamada por varios críticos como la película del año. Se me antoja que ello es pura sobrevaloración. Que estas historias remitan a la infancia de muchos no implica que pasemos por alto sus falencias. Cierto es que por momentos entretiene, que varias escenas –la del descarrilamiento del tren, por ejemplo– están muy bien filmadas, que hay ciertos guiños cinéfilos (“ET”, “La guerra de los mundos)… pero no va más allá del nivel de aceptable.
En definitiva, película técnicamente bien filmada, con algún momento de bienvenida espectacularidad, pero al mismo tiempo con una trama pueblerina pobremente contada y de exiguo interés –con mensaje moralista incluido–, un suspenso que no funciona, una historia paralela (la filmación de la película de zombies) que se desaprovecha y un monstruo escasamente atractivo. En lugar de cantar vítores por la recreación de un cine bastante tosco y carente de sutilezas, es imposible evitar alguna comparación. Podría remitir a varias películas de temática aparentemente similar, pero con una basta: “The host” (Bong Joon-ho; 2006), aquella obra coreana del mutante que emerge del río Han. Un film mucho más logrado, atrapante desde principio a fin, sin tantos trozos de materiales que vuelan, pero con una acción desbordante, un monstruo que deslumbra cada vez que aparece en escena, una gama de personajes para nada ejemplares y una mirada satírica que recorre toda la obra.
 
‎2DA CRÍTICA (también desfavorable,pero aceptable):
En una industria, un cartel cuyo fin es comunicar los días sin accidentes vuelve a uno apenas comenzado el film, la víctima es la madre de Joe. Unos meses después, al término de las clases, se abocará con su grupo de amigos a filmar en Super 8 una corto noir de zombies que deberá terminarse a tiempo para competir en un festival. En este equipo de filmación preadolescente -compuesto por un gordito entusiasta como director, un “actor” y un especialista en explosivos- se encargará del maquillaje, efectos especiales y construcción de modelos. Para su sorpresa, además se sumará al proyecto una actriz que encarna la ya consagrada Elle Fanning, de la cual se encuentra perdidamente enamorado.
En una estación de tren dónde el equipo se encontraba filmando, ocurrirá lo inesperado, una camioneta interceptará a un tren, ocasionando el descarrilamiento del mismo, lo que no saben es que su contenido pondrá en peligro a todos los habitantes de Ohio. Entre apagones de luz, apariciones monstruosas y desaparición de electrodomésticos se creerá incluso que hasta los rusos son los principales responsables, 1979 era el año. Ahora bien, estos elementos entrelazados con una serie de dramas preadolescentes (el primer amor, las relaciones familiares y la amistad) le darán un ritmo respetable al film qué, claramente remite a aquellas películas de los años ´70 y ´80.
El director canaliza al Spielberg de E.T. y Encuentros cercanos..., pero con un tono más terrorífico que no asusta demasiado y a medida que se avanza en el tratamiento de la trama distinguiremos otros descarrilamiento, el del film mismo. Se opta por una estructura clásica al mismo tiempo que la idea de una película dentro de otra película (lo más original sin dudas) va cobrando protagonismo; el eje no será esa criatura que no nos muestran y, quizá la trama pierda interés por dicho motivo. Tanto mi colega como el que ahora escribe no podemos guardarnos la pregunta: ¿por qué la mayoría de la crítica entroniza esta película? Quizá por ese espíritu que no abunda demasiado en estos días, que apuesta a lo reconocible, mágico y la vez terrenal; o quizás por pura nostalgia, ya que son claramente identificables los homenajes, al igual que el sentimentalismo y las insuficiencias a la hora de innovar el género, cuestión que si lo hace -como bien nombró mi colega- “The Host”, una película hilarantemente perfecta.
De todas maneras podemos reconocer ciertos set-pieces muy bien logrados, con un sonido envolvente que es utilizado perfectamente, buenas actuaciones juveniles y algunas situaciones de suspenso, las cuales se complementan con cierto grado de humor. Es obligatorio permanecer en su butaca una vez terminado el film, ya que se muestra la película de los chicos: The Case. Al menos nos vamos con una sonrisa garantizada.       

“Loco y estúpido amor” (“Crazy, Stupid, Love”)

Origen: Estados Unidos (2011). Dir: Glenn Ficarra y John Requa. Diseño de producción: William Arnold. Guion: Dan Fogelman. Fotografía: Andrew Dunn. Montaje: Lee Haxall. Música: Christophe Beck y Nick Urata. Protags: Steve Carell, Ryan Gosling, Julianne Moore, Emma Stone, Kevin Bacon, Marisa Tomei y John Carroll Lynch. Duración: 118 min.
El amor no correspondido, la búsqueda del “alma gemela”, las dudas sobre el “amor eterno”, la reivindicación del núcleo familiar y los engaños son los temas imperantes en esta comedia romántica dramática, estructurada coralmente y de gran elenco. Ya en la primera escena la cámara a través de un plano-secuencia muestra en un restaurant el roce “amoroso” de los pies de diversas parejas, en la cual, la compuesta por Carl (Steve Carell) y Emily (Julianne Moore) desentona. Ella no tardará en pedirle el divorcio, al parecer por su creciente insatisfacción luego de tantos años de casados. El doloroso silencio de Carl será el disparador del nerviosismo de Emily, quién acabará confesándole su affaire con un colega del trabajo (Kevin Bacon).
 
Otros personajes cobrarán protagonismo: es el caso de dos amigas, una interpretada por Emma Stone, la cual será seducida sin suerte por un Don Juan (Ryan Gosling), el mismo que le propondrá a Carl recuperar su hombría -a partir de un cambio de “look”- y conocer a otras mujeres -entre ellas, una hermosa maestra (Marisa Tomei)- al mismo tiempo que debe sostener como puede la relación con su conflictuado hijo de 13 años (Jonah Bobo) enamorado de su niñera, que al mismo tiempo mantiene en secreto el amor por su padre. Un comienzo qué, pese a lo convencional, gana interés debido a los múltiples personajes relevantes a la trama. Quizás en palabras parezca demasiado, pero todo esto ocurre ágilmente en los primeros minutos del film. El problema es el resto.
 
Si la dupla Ficarra-Requa había sabido ser subversiva, inteligente y transgresora para los cánones de Hollywood, como demostraron en su anterior film “I Love you Phillip Morris”, no se explica cómo ésta dupla se convirtió en tan conservadora y cursi a la hora de hablar de amor. Esto se puede ver con mayor grado de detalle en la segunda parte del film, cuando la narración cargada de clisés (al menos uno de los protagonistas lo afirma) adopta un tono (aún) más sentimental y confortable, donde a los pobres personajes pertenecientes a las subtramas carentes de profundización les toca encarnar papeles perniciosos para alimentar el inminente happy end.
 
Con una gran edición (principal responsable de varias situaciones cómicas), actuaciones de primer nivel y ciertas dosis de inteligencia le alcanza a “Loco y estúpido amor” para disimular carencias y así colocarse por sobre la media del caudal de las grandes producciones basura que engrosan la oferta de los jueves (Caso Una esposa de mentira).   

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