martes, 26 de julio de 2011

“El ciudadano” (“Citizen Kane”)

Origen: EE.UU. (1941). Dir: Orson Welles. Prod: Orson Welles y George Schaefer. Guion: Herman J. Mankiewicz y Orson Welles. Fotog: Gregg Toland. Montaje: Robert Wise. Música: Bernard Herrmann. Protags: Orson Welles, Joseph Cotten, Everett Sloane, Dorothy Commingore, Agnes Moorehead, Ruth Warrick. Duración: 119 minutos.


El anciano Mr. Kane muere pronunciando la palabra “Rosebud”. Ése es el inicio de la historia, narrada a través de la investigación de un periodista –interesado exclusivamente en saber el significado de tal término– y de los testimonios de varias personas, que recrean la vida de Kane. En varios flash-backs, se nos va mostrando diferentes etapas y momentos de la existencia de un hombre, quien llegó a ser un magnate de la prensa y acumuló poder e influyó sobre la opinión pública. El argumento es interesante, pero no posee un atractivo especial –fuera, quizás, de la connotación política– que lo destaque sobre otras grandes cintas. Sin embargo, se trata de uno de los films más influyentes y comentados de la historia cinematográfica.


Algunos han considerado a “El ciudadano” como la película más relevante de todos los tiempos. Nuevamente hay que afirmar que estas consideraciones son arbitrarias. Y, además, adicionan un tremendo lastre a la obra. Todo aquel que la ve actualmente, puede sentirse algo decepcionado. Apreciará que la trama es interesante, con esmerada calidad en el montaje y situaciones dramáticas acertadamente desarrolladas. También, que la fotografía en blanco y negro es impecable y que las actuaciones resultan muy convincentes. Pero todo ello es común a un considerable número de excelentes películas anteriores, contemporáneas y posteriores a “El ciudadano”.

Entonces, ¿porqué ha permanecido como una de las mayores obras maestras del cine? Por varias razones que tienen que ver con el lenguaje cinematográfico. Muchos aspectos formales que aparecen aquí fueron incorporados en conjunto, con brillantez y maestría, como para otorgar al film un carácter visual revolucionario. La mayoría ya se habían empleado en cintas anteriores, pero ocasionalmente. Tales aspectos incluyen a numerosos retrocesos en el tiempo de la acción (flash-backs), los particulares encuadres, la profundidad de campo, el uso de grandes angulares para la ampliación lateral del campo visual, el plano secuencia, los juegos de iluminación (alternancias de luces y sombras), los movimientos de cámara, frecuente recurrencia a picados y contrapicados, inserciones de objetos en primeros planos, una secuencia temporal audaz para la época (comenzando la narración desde el final) y una particular importancia del sonido (con altibajos en el tratamiento de voces y ruidos).

 


Todos estos recursos no son meros elementos preciosistas, sino que se sincronizan magistralmente para desarrollar la estructura dramática de la película. E insisto, usados en conjunto, renovaron la narrativa cinematográfica. Desde entonces, son comunes en el cine, lo que prueba la marcada influencia de “El ciudadano”. Pero aquí Welles se abocó, con audacia, a explorar las posibilidades expresivas de este arte. Los diálogos son brillantes y adecuados, pero no hay profundidad psicológica en la caracterización de los personajes. El director confió, particularmente, en la capacidad de la cámara para reflejar la tensión dramática.

Todo el film gira en torno a un personaje: el de Charles Foster Kane (a cargo del mismísimo Orson Welles). Poseedor de un imperio en la prensa escrita de la época –desde fines del siglo XIX hasta algún momento del XX– es un auténtico manipulador de los demás seres humanos, que comienza en la actividad con aparentes intenciones de servicio social, pero pronto manifiesta una desmadrada vocación por el poder. Este personaje está indudablemente inspirado en un individuo real: William Randolph Hearst, también magnate de la prensa.
 

Conviene recordar que, cuando comenzó a filmar “El ciudadano”, Welles tenía sólo 25 años y que fue ésta su ópera prima. Su entrada al cine se dio al ser contratado por la compañía productora RKO Pictures, a raíz de la gran repercusión que había obtenido por un programa radial y por su actividad en el teatro con la compañía Mercury Theatre. En su estreno, la película fue un éxito de crítica, pero no de taquilla. Fue nominada a nueve Oscars, incluyendo el de mejor film; sólo obtuvo el de mejor guion original. Luego de más de una década sin mayor atención, fue reconsiderada por los críticos de la revista francesa Cahiers du Cinema, algunos de los cuales la valoraron como la mejor de todos los tiempos y ensalzaron a Welles como el gran y excluyente responsable de su factura.


Posteriormente, otros críticos han revisado esta idea. Actualmente se piensa que “El ciudadano” fue producto de un trabajo en equipo, en donde se aunaron un sólido guion, un gran director de fotografía (Toland), un buen montajista (Robert Wise; luego director de películas tan célebres y dispares, como “El día que paralizaron la tierra”, “La que no quería vivir”, “Amor sin barreras” y “La novicia rebelde), etc. Como sea, son indiscutibles el genio de Orson Welles –luego realizó otras grandes películas, a pesar de numerosos inconvenientes– y el carácter de obra maestra de “El ciudadano”.

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